viernes, 5 de febrero de 2010

Una Mañana en Hyde Park

Me levanté pronto, como siempre. La mañana me deparaba una sorpresa: no llovía. Oportunidades así no se pueden desaprovechar, así que cogí la mochila, la llené con mi cámara, las orejeras y un cuaderno y me fui a ver Hyde Park.

Vivimos a unos 15 ó 20 minutos andando del pulmón verde de Londres y, por raro que parezca, aún no lo había visitado. Mi espíritu perroflautil, aquel que desarrollé cuando con 15 años comencé a frecuentar los parques para jugar con los hakys, bailar las cariocas o, simplemente, tirarme en el césped, me pedía a gritos lo que comienza a convertirse en una obsesión recurrente: huir de Oxford Street.

Así que a las 10 de la mañana de un soleado viernes, preludio de un maravilloso fin de semana, que diría aquel, atravesé por primera vez las verjas del imponente Hyde Park. Un plano del parque me dio la bienvenida y me indicó que el Serpentine, algo así como un lago, separa el Hyde Park propiamente dicho de los jardines de Kensington. De frente, una escultura homenaje a los caídos en la Gran Guerra. A la izquierda, la puerta principal de entrada al parque. Y en mi cabeza, tal batiburrillo de cosas que ver, direcciones que recordar y senderos que seguir, que al final decidí darme un paseo sin buscar nada, dejándome llevar por cualquier vericueto.

Seré provinciana, nacionalista y todo lo que queráis, pero siempre que salgo de Madrid, algo que ha ocurrido tres veces contadas, dos de ellas para ir a Segovia, acabo comparando lo que veo con mi querida capital. En este caso, la comparación obvia es: ¿en qué se diferencian y qué tienen en común Hyde Park y el Parque del Retiro?


Esta vez no me atreveré a decir que el Retiro es más grande, que a lo mejor. Pero tampoco diría que Hyde Park es más bonito. Y decir que “son distintos” no nos lleva a ningún lado. Así que, por aclarar algo y a grandes rasgos, diré que el Retiro son caminos que atraviesan arboledas y algún que otro jardín que tiene que ser cuidado por tropecientos operarios del ayuntamiento para que el césped no languidezca; mientras que en Hyde Park abundan grandes explanadas verdes salpicadas por árboles que se pueden observar desde los paseos amplios y asfaltados hechos para los paseantes, los estrechos caminos de arena para los caballos o desde la propia hierba.

En Hyde Park los policías patrullan en caballos percherones. El ambiente es tan húmedo que los trozos de hierba más verdes que seas capaz de imaginar se mezclan con inoportunos barrizales. Los árboles están plantados en hileras perfectas y, como en todos los parques, he ahí el encanto de estos maravillosos vergeles que salpican las ciudades, una sorpresa te aguarda cada vez que giras la esquina.

Hyde Park no tiene estanque, pero tiene un lago en el que se bañan palomas (muy, muy gordas), patos y hasta gaviotas. Las personas y los perros, no se pueden bañar, pero, a cambio, alguien ha puesto, a disposición del turista, del paseante ocasional y de los enamorados*, barcas que no van a remos, sino a pedales.

Después de hora y media de fotografías y paseos ya tenía una pequeña radiografía de lo que es Hyde Park así que, a media mañana y con la comida aún sin hacer, decidí que era el momento de volver a casa.

A la salida del parque, un señor con dos perrillos me sonrió. Creo que quería que fotografiara a sus mascotas. Me hizo pensar que tener un perro sería una buena forma de obligarme a salir, conocer gente y aprender inglés. Pero ni Sara, ni Sevi, ni por supuesto mi madre, me dejan tener perrito así que me tendré que conformar con los Book’s Clubs y con los Pubs (no os perdáis el próximo post, un paseo por algunos de los pubs históricos del Soho y, más interesante todavía, la crónica de nuestra primera noche de pintas).

Con mi espíritu perroflautil henchido de aire fresco, me fui a dar de comer a mi hambriento espíritu consumista, que una cosa no quita la otra. De camino a casa hice una parada en Primark donde, además de una manta para añadir un tono de rosa extra a mi colcha, me compré el objeto que ambicionaba desde que vi Lost in Translation: un paraguas transparente. Vosotros también lo habríais comprado, nadie puede resistirse a comprar algo que ha salido por la tele y que solo cuesta tres libras.

* Nota: Alguien me debe un paseo en barca por el Retiro y, como se descuide, se lo cobro en Londres.

4 comentarios:

  1. Aceptamos Londres como paseo en barca.
    Pero no digas que yo no te dejo tener perro, que parece que soy un ogro. Di que te digo que si quieres perro que lo cuidas tú. Que lo sacas tú. Y que le recoges las caquitas tú también. Y que me dices que yo le saco cuando llueva, o cuando haga frío, o cuando a ti no te apetezca, porfi, porfi, porfi...

    ResponderEliminar
  2. Qué malo eres Sevi... con lo que molan los perritossss!!! y porfi porfi porfi, sácalo a pasear a las 7 de la mañana tú :P

    Yo quiero un perritoooooooooooo

    ResponderEliminar
  3. Soy yo..., y te echo mucho de menos!! Estoy feliz de que te vaya todo bien, y siempre te leo, aunque no siempre comente. Espero ansiosa tu cronica de como dos españolas le cogieron la medida a unas cuantas pintas. Muuchos besos (y recuerda anotar en la tapa trasera de tus libretas "Aqui acaba la agenda øculta de Char").

    ResponderEliminar
  4. Me encanta Hyde Park. Creo que tengo incluso unas fotos que me hicieron, en las que salgo brincando a lo Heidi entre la maleza, todo feliciano entre las ardillicas que campan a sus anchas.

    Cada vez me gusta más tu blog, por cierto :)

    ResponderEliminar