lunes, 29 de marzo de 2010

El porqué de mi adicción a internet

Con el estómago lleno de torrijas. Escuchando a la gente decirse "Hasta mañana" (en español) a través de la ventana. Con la perspectiva de que mañana llega mi bicho de visita... Así da gusto escribir en el blog. Y escribo, que lo sepáis, porque me obliga mi madre. Porque me ha recordado que desde que tengo internet lo único que he puesto es "Ya tengo internet". Así que ella, que se merece cierta compensación por estar separada de su hija, ha reivindicado, muy justamente, creo yo, su derecho a seguir leyendo mis aventuras londinenses.

Lo cierto es que si no he escrito hasta ahora ha sido sencillamente porque desde que tengo internet no me pasa nada. No salgo, no tengo tiempo. Me quedo por las noches conectada hasta las tantas y por la mañana me levanto, como y me voy. Lo más interesante que he hecho en la última semana son las torrijas, y de eso ya os he hablado. Bueno, y visitar el Victoria & Albert, pero no he abierto el blog para hablar de museos y vosotros no os metéis aquí para aburriros.

Tengo que improvisar un tema con gancho antes de que os deis por rendidos y cerréis la página porque no habéis conseguido leer nada interesante en todas estas líneas...

Y el tema elegido es... vosotros!! [Uff, por los pelos!]. Después de tanto divagar, los que habéis persistido leyendo, os merecéis que os haga un rato la pelota. Así que, allá vamos.

Hace un momento me ha llamado Arantxa (mi amiga Arantxa, para los que no la conozcáis). Ha sido mágico (sí qué pasa, en Londres también ocurren cosas mágicas) porque volvía del trabajo hablando con ella por teléfono, he abierto la puerta del portal y me he encontrado en el buzón una postal que ella me había enviado la semana pasada. Nos hemos reído un montón, porque ella quería dosificar las raciones de amiga para suministrarme dos momentos especiales en días distintos, pero se le ha complicado el asunto y al final ha sido uno solo. Aunque yo lo he disfrutado el doble o el triple, os lo puedo asegurar.

Todo esto viene a que en mi conversación de esta tarde-noche con Arantxa he ido haciendo el típico repaso de cómo me van las cosas: en el trabajo bien, como caliente todos los días, no llueve tanto como parece, la ciudad es una pasada, ya tengo un grupo de gente con la que me siento a gusto aquí..., pero le decía que había algo que fallaba, que me faltaba algo. Y me faltáis vosotros. La gente que me lee y la que no. Gente a la que sólo veía un par de veces al año (como mis chicas del pueblo) y que ahora echo de menos a diario. Me falta la gente de la facultad, mis amigos de Alcobendas, mi vecina, mis Efebecarios, me falta mi familia (tooooda mi familia, os quiero), mi Sevi... En fin, me faltáis todos vosotros. Y por raro que parezca, hasta que no he tenido internet y he podido tirarme hasta las 2 de la madrugada hablando con Gabi, dedicar una mañana entera a escribir un email a Marta, ponerme al día con los blogs de mis EfeBecarios (que sepáis que no sólo os leo yo, que mi madre y mi tía no se pierde una!), colgar algunas de las fotos que he ido haciendo para que las veáis y leer vuestros comentarios, pasar una hora chateando con Ana por tuenti, agregar a mi hermano en LinkedIn, ver a mi sobrina por el Skype... vamos, que hasta que no me he tirado una semana entera sin despegarme del ordenador no me he dado cuenta de lo mucho que os echaba de menos.

Así que, ahora que tengo ADSL, creo que estoy perfectamente capacitada para vivir un año entero en Londres. Siempre que me sigáis haciendo llegar embutidos, claro está. Bendito internet!

Ya es Semana Santa en Londres

lunes, 22 de marzo de 2010

Dos meses y 17 días después...

Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet! Ya tengo internet!

martes, 16 de marzo de 2010

Sol

Hace tanto sol que empieza a urgir tomar ciertas decisiones.

El calor nos está haciendo ver que quizá no fue tan buena idea improvisar una despensa en la balda que hay encima de la lavadora. Las ventanas de cartón-piedra de la casa tienen un cristal fino-plasticoso de lo más propicio para ejemplificar, en cuanto aparece un rayo de sol, la esencia del concepto "efecto invernadero". La comida se recalienta, los plátanos del Tesco maduran en una mañana (y eso que cuando los compramos no parecen más que un trozo de corcho verdoso) y, el día menos pensado, los huevos se freirán solos.

Cambiar las cosas de sitio no es una opción, porque no hay sitio. Meter los alimentos más delicados en la nevera es una posibilidad que tampoco barajamos, porque no hay sitio. Así que la único que se nos ha ocurrido para acabar con el problema es tratar de conseguir que el calor no llegue hasta la comida.

"Necesitamos una cortina para salvar el chiringuito", pensé. Y me fui al Primark.

Las había de todos los colores. Efecto seda y efecto terciopelo. Me parecieron horteras. Y caras. Entre 15 y 20 libras. No way.

Por primera vez desde mi llegada a Londres, salí del Primark sin haber comprado nada. Pero había resuelto el problema de la despensa.

Dando vueltas por Pimark recordé las fundas de nórdico que había en nuestras camas cuando llegamos y que ahora están muertas del asco en un cajón de casa. Así que he decidido que con las fundas viejas me monton unas cortinas y, con lo que me ahorro, me compro un bikini de lunares en mi próxima visita a Primark.

No hay mal que por bien no venga.

lunes, 15 de marzo de 2010

Vivo en Londres

Sábado, 13 de Marzo de 2010
Tenía que bajar a por el periódico. No me apetecía salir. He bajado en pijama.

Un hindú me ha pedido una libra cincuenta a cambio de El País. He hurgado en la chatarra que llevaba en el bolsillo para pagarle con el importe exacto. Ya conozco las monedas de este país.

He vuelto a casa para leer a los amigos de un Delibes muerto. Se me ha hecho la hora de la comida y, mientras el rebozado del pescado se quedaba frío al mezclarse con el ketchup, he ido tomando conciencia de que vivo en Londres.

Vivo en Londres. Aquí hace tanto frío que como tapada con una manta. Aleccionada por Sara, echo pimienta y otros ingredientes secretos que, por supuesto, no desvelaré, al insulso puré de patatas de sobre que uso de forma recurrente como acompañamiento a cualquier cosa que compro de oferta en el Tesco. Y cualquier cosa incluye hasta pescado. Porque vivo en Londres.

El puré humea, el pescado me da pereza y, en la tele, Irlanda y Gales se juegan su futuro en la Seis Naciones. Este torneo es uno de los grandes acontecimientos deportivos del año. Vivo en Londres, una ciudad donde incluso alguien como yo, que hasta hace dos días no había visto jamás un partido de rugby, disfruta con la expectativa de que su equipo, Irlanda en mi caso, consiga el pase para la final.

Vivo en Londres y también aquí, Miguel Delibes, Don Miguel, está muerto en el periódico. Sobre el sofá, junto a mi manta. Esta pérdida me ayuda a comprender, por primera vez en dos meses, no sólo que vivo en Londres, sino también que, mientras esa circunstancia constituye el centro de mi existencia, en España y en mi vida están cambiando muchas cosas. Demasiados cambios, quizá, para alguien como yo, una maniática virgo de manual que se siente incómoda durante todo el día si se ha visto obligada, por cualquier circunstancia, a desayunar un número impar de galletas. Imagináos como me siento ahora que he descubierto que, cuando vuelva, ya nada será como lo había dejado.

Así que vivo en Londres. Pero echo tanto de menos Castilla.

Quien pudiera estar con vos, allí, en Madrí...

martes, 2 de marzo de 2010

La ciudad de las pequeñas cosas

Eran las seis menos algo. Llegaba tarde a la convocatoria de Nike. Iba a tener la oportunidad de entrevistar a Cristiano Ronaldo, me dijeron. El autobús me había dejado cerca de la estación de metro de Vauxhall, al otro lado del río. Cruzar el río siempre me da un poco de miedo. Me da la sensación de que estoy muy lejos de casa. Pero esa tarde no lo pensé.

Acababa de entrevistar a Avril Lavigne, Tim Burton, Johnny Depp, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter y Mia Wasikowska o, como me gusta llamarla a mí. Mía Wachoski. No habían sido más que tres minutos con cada uno, de hecho, con Depp y Burton fueron tres minutos con los dos. Pero estaba rebosante de alegría. Todo había salido bien, mi limitado inglés había cumplido su misión sin sobresaltos y la prueba más dura de una semana repleta de saraos había terminado.

Así que no pensé que estaba en al otro lado del río; ni me preocupaba llegar tarde al evento de Nike. No me incomodaba la lluvia, que caía a mantas sobre mí, mojándome los pies y obligándome a lidiar con el paraguas que amenazaba con darse la vuelta sobresaltado por el viento. Tampoco me pesaba la bolsa con once cintas betacam (un formato de vídeo profesional, con cintas un poco más pequeñas que las del VHS de toda la vida) de las entrevistas que acababa de hacer. Ni me preocupaba que se calara la bolsa. Estaba contenta, satisfecha con mi trabajo y con la barriga llena de los tés, cafés y pastas que me había tomado en el Dorchester (un hotelazo en el que vi pidiendo mesa a Courney Love, para que os hagáis una idea del nivel del sitio) a cuenta de la Disney. Me limitaba a andar en la dirección que creía la correcta hacia la Battersea Power Station, o lo que es lo mismo, el sitio donde los de Nike habían montado la presentación de sus superzapas nuevas.

El asunto comenzó a preocuparme cuando me di cuenta de que llevaba media hora caminando, sin estar segura de que lo hacía en la dirección correcta (en mi plano de googlemaps no aparecían los nombres de las calles de la zona y, es más, los nombres ni siquiera aparecían en las propias calles), comencé a moquear de forma preocupante, vi que las cintas se habían empapado, noté que me dolía la espalda de llevar la bolsa colgada al hombro y, lo peor de todo: fui consciente de que me encontraba en medio de una zona industrial en la que no se veía un alma.

En mi ayuda acudió un rubio rapado con toda la pinta de ser un hooligan de libro. Llevaba una cazadora estilo bomber, botas, un perro de esos "peligrosos" que tiraba de la correa como si fuera speedico perdido y una lata de medio litro de cerveza. Pero era mi única esperanza así que le paré para preguntarle.

- Excuseme, sir. Could you tell me the way to Nine Elms? [Disculpe caballero, ¿me podría indicar el camino hacia Nine Elms?].

No me entendió. Le enseñé el plano de google como pude, haciendo malabares con el paraguas para no mojarle e intentando que no se me cayera la bolsa con las cintas. El hooligan empezó a hablar. Hablaba raro. Debía ser escocés, como el cajero hindú del Tesco. ¿Por qué hablarán tan raro los escoceses?
Le debí dar pena. Tanta que me preguntó.

- Where are you from? [¿De dónde eres?].
- I'm Spanish, from Spain. [Soy española, de España, le respondí atorada].

Y aquí llegó el momento más surrealista de mi vida. El hooligan me contestó, tal cual lo vais a leer.

- Mire usté, señorita. Usté tiene que ir hacia la derecha [señalando a la izquierda].
- Do you mean to the left? [Quieres decir, hacia la izquierda].

Y así sucesivamente. La conversación terminó de la siguiente manera.

- Cuando pase la casa de correos, pregunte en un pub.

Pasé correos, pero no encontré ningún pub. Sin embargo, el hooligan me había salvado la tarde y conseguí llegar a la historia chunga de Nike con tan solo dos horas de retraso.

Hablo de "la historia chunga de Nike" porque me habían prometido una entrevista con Cristiano Ronaldo, unas zapatillas molonas, con tacos inteligentes para jugar al fútbol sobre cualquier terreno, una camiseta de la selección y, lo mejor de todo, una cena. Pero a cambio me encontré una rueda de prensa (precedida por media hora de anuncios en una pantalla enorme y con bakalao de fondo) con 300 personas (200 de ellas coreanas, lo sé porque llevaban la sudadera de su selección) que hacían preguntas del tipo "¿Por qué corres tan rápido?" para que Ronaldo contestara "Porque llevo unas zapas Nike", montados de jamón serrano con aceitunas (¿?) y ni rastro de mi kit de productos Nike.

La historia chunga de Nike empezó con tanto retraso que no sólo no había llegado tarde, sino que tuve que esperar hora y media a que empezara el invento. El sarao terminó a más de las 9. Estaba mojada, en mitad de un polígono industrial con calles sin nombres ni farolas, cansada de llevar la bolsa con las cintas, decepcionada con la inteligencia emocional de los organizadores del sarao de Nike (quería con todas mis fuerzas la camiseta de mi selección) y, lo peor de todo: estaba al otro lado del río.

Había oído a unos mexicanos que la gente de prensa internacional que había traído Nike para que asistieran al evento estaban alojados en un hotel en Marble Arch (cerca de mi casa, es decir, de la civilización) y que les traían y les llevaban en autobús. Así que en cuanto Cristiano Ronaldo abandonó el santo escenario de Nike, huí en busca de mi kit de productos (insisto, quería con todas mis fuerzas la camiseta de mi selección), me enfadé cuando no me lo dieron (lo que me hizo prometerme a mí misma que no pronunciaría ni una sola vez la palabra "Nike" en mi información sobre Cristiano Ronaldo. Promesa que, por supuesto, cumplí) y me fui en busca de un autobús, murmurando insultos que muy pocos, quizá sólo los mexicanos y el hooligan, podían entender en aquel remoto lugar. El autobús estaba casi en la puerta (porque en la puerta estaba el coche de Cristiano Ronaldo) y corrí hacia él.

El conductor, me preguntó todo extrañado que dónde iba. Dije algo así que a Marble Arch. Mi limitado inglés no funcionaba ya a esa altura de la jornada. O eso, o el conductor era escocés, lo que siempre implica inconvenientes problemas de comunicación. Así que me preguntó:

- Do you go to the hotel? [¿Vas al hotel?].
- Yes, yes, to the hotel, to the hotel. [Que sí hombre, que sí, que voy al hotel, traté de decirle].

Y me subí. Me debí quedar traspuesta unos cinco minutos. Cuando desperté estábamos en marcha. En autobús íbamos el conductor, yo y una treintena de coreanos. Ahora entendía la extrañeza del conductor, de procedencia escocesa.

El caso es que conseguí llegar a casa sana y salva y, lo mejor de todo: días antes de lo que habría llegado si hubiera tratado de volver por mi cuenta.

Cuando caminaba de la parada de autobús a casa, me acordé de Gonzalo, el periodista de Antena 3 al que conocí mientras esperabábamos durante casi seis horas a nuestros turnos para las diferentes entrevistas con los actores de "Alicia en el país de las maravillas". "Lo mejor de estas cosas no son los famosos, es la gente que conoces, gente como tú. Me ha encantado compartir tu primer junket [nombre con el que llaman a este tipo de entrevistas en serie] contigo", me había dicho unas horas antes. En ese momento, mojada, con hambre (¿dónde estaba mi cena, organizadores de la historia chunga de Nike?) y cargada con once cintas beta, me di cuenta de que Gonzalo tenía razón y de que cuando me vaya de aquí, cuando acabe mi aventura en Londres, no me acordaré de Johnny Depp, ni de Cristiano Ronaldo, sino del hooligan que me salvó la vida, del cajero hindú del Tesco, del Big Ben apareciendo a la vuelta de la esquina, del cuervo de Soho Square y, en definitiva, de todas esas pequeñas cosas que están haciendo que está ciudad se convierta, poco a poco, en una gran parte de mi vida.