Aunque no os lo creáis, todavía hay algo mejor que tener un HMV al lado de casa: tener un HMV al lado de casa y en rebajas. O al menos, eso es lo que yo pensaba.
Cuando entras, te das cuenta de que lo quieres comprar todo: el pack de Rocky a 15 libras, el del Señor de los Anillos a otras tantas, 14 películas de Hitchcock (14!) a 20, tres pósters por 10 libras y, lo mejor de todo: la serie completa de Los Soprano a tan solo 60 libras.
Me encarpiché. Quería comprar Los Soprano, lo necesitaba, me lo pedía el cuerpo, pero no acababa de decidirme. No había visto ningún capítulo y me daba miedo gastar tanto dinero en una serie que todavía no sabía si me iba a gustar. Era una inversión demasiado grande para hacerla nada más llegar a Londres, cuando aún no sabía, ni sé, qué gastos me deparará mi estancia aquí.
Mi tobillo malherido (¿os acordáis de él? Muchas gracias a todos los que os preocupasteis por mí!) acabó tomando la decisión por mí.
La semana pasada descubrí que mis botas negras, las que aguantaban la lluvia y me iban a acompañar en mis peripecias londinenses, me habían traicionado. En la bota del pie izquierdo se había desgastado una esponjilla que protegía el talón de un trozo de material duro puesto ahí por algún fabricante de zapatos desalmado con el único objetivo de joderme el pie.
Mis botas viejas recibieron su merecido.
Observad la tarima flotante que aparece en la foto. Según el contrato que firmamos con la agencia inmobiliaria, no nos la podemos llevar cuando dejemos el piso. Lástima.
Cuando descubrí lo que me habían hecho, me di cuenta de que nunca más podría volver a calzar esas botas y de que tenía que comprarme otras si no quería calarme los pies cada vez que lloviera, es decir, todos los días.
Las rebajas en Londres son un buen momento para hacer este tipo de inversiones y encontrar un calzado bueno a un precio, no necesariamente barato, pero tampoco desorbitado. Me recorrí todas las tiendas (todas, todas, no exagero), calzada con mis no-Converse de a 6 euros y dos pares de calcetines del Primark. Pero las botas que me gustaban eran finústicas y maluchas y las botas consistentes llevaban un tacón que acabaría conmigo al primer asalto.
Como ocurre muchas veces en estos casos, la solución llegó a última hora y en la sección de “nueva temporada”. El último día de rebajas, el domingo, encontré “las botas”. Eran justo lo que estaba buscando, solo que un poco más caro de lo esperado: 60 libras.
Los Soprano tendrán que esperar a las rebajas de junio.
Mis botas nuevas mirando por la ventana.